jueves, 30 de julio de 2009

Los Viejos Amigos (III)

Alberto Cortez, el autor de la canción que puse en mi anterior post (cuyo video fue egoistamente bloqueado por quien lo subió a youtube, contradiciendo toda la filosofía de este gran poeta y obligándome a cambiarlo) fue uno de mis compositores favoritos en mi juventud. Pero otro gran artista, amigo y colega de Cortez, que también influenció mucho en mi forma de entender la vida, fue Facundo Cabral.

Estuve escuchando algunos discos de estos dos poetas, LPs de esos que ya son prehistoria para nuestros hijos, incluyendo algunos que grabaron juntos tales como "Cortezías y Cabralidades" y "Lo Cortez no quita lo Cabral" y quise compartir con ustedes esta composición de Cortez en la versión personalizada y única de Cabral.

Los discos de Facundo Cabral son sólo otros de mis "Viejos Amigos".


domingo, 26 de julio de 2009

Los Viejos Amigos (II)

Esta es una canción que estaba en la radio por la época en que terminaba la universidad, de alguna manera me inspiró a tomar la decisión de iniciar una carrera en aeronáutica a pesar de no ser ingeniero aeronáutico.

Esta decisión me llevó a trabajar en lo que yo más amaba por entonces, los aviones, me llevó a Rusia, a Francia, a Inglaterra. Me llevó a sentirme capaz de grandes cosas y a realizarlas; a perseguir una de mis dos grandes pasiones, volar. Y a pesar de que, al final, tuve que abandonar la aeronáutica como carrera, me quedó la experiencia de sentirme capaz de enfrentar grandes retos.

Muchas veces el lado práctico de la vida nos hace abandonar algunos sueños y, muchas veces, nuevos sueños los reemplazan y nos vuelven a hacer sentir realizados. Pero cuando hemos sido aventureros e intentado realizar esos viejos sueños, el saber que lo intentamos y el placer de la experiencia viven para siempre en nuestra memoria y nos hacen sentir que en cierto modo, por un momento, los alcanzamos.

Esta canción, que ahora deseo compartir con ustedes, es sólo otro de los viejos amigos que reencontré en estos últimos días. Para mí es un canto a la libertad, al espíritu de aventura, un llamado a desestimar la opinión de los demás cuando se trata de perseguir nuestros sueños. Hasta el día de hoy, cantarla me hace recordar que soy capaz de lograrlo todo, aunque todo me diga que es imposible.

viernes, 24 de julio de 2009

Los viejos amigos (I)

Estos días pasados, días de introspección, de revisar viejas lecturas, viejas canciones y viejos intentos fallidos de pasar por escritor, me han hecho reencontrarme con muchos de estos viejos amigos que, ahora, quiero conpartir con ustedes.

Estas citas no tienen ningún mensaje, no reflejan ningún estado de ánimo en particular, simplemente el placer de escuchar versos tan sentidos y tan bien escritos como por ejemplo:

...
no acuses a mi corazón
tan maltrecho y ajado
que está cerrado por derribo.

Por las arrugas de mi voz
se filtra la desolación
de saber que estos son
los últimos versos que te escribo...


Creo que por los próximos días los voy a torturar, a ustedes los pocos amigos que me leen, con algunas viejas canciones que a mí me encantan, que me traen recuerdos de años más jóvenes y evocan sentimientos que ahora me sale del alma compartir.


sábado, 18 de julio de 2009

Las prendas del amor

No hago otra cosa que pensar en ti. Por halagarte y para que se sepa, tomé papel y lápiz y esparcí las prendas de mi amor sobre la mesa. Buscaba una canción y me perdí en un montón de palabras gastadas. No hago otra cosa que pensar en ti... y no se me ocurre nada. (Joan Manuel Serrat)

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A estas alturas del siglo 21, de la edad de la informática la realidad virtual y la red mundial. ¿Cuales son las prendas del amor?

Acaso un acceso autorizado a un album de fotografías digitales, acaso la carpeta Recibidos de un servidor de correo en línea, acaso un disco virtual con acceso compartido. ¡Cuánto han cambiado los tiempos!

Después de releer todos los eMails, después de volver a ver todos los álbums, despues de revisar todos los archivos descargados y recordar sus circunstancias particulares. Después de recordar cada anécdota, cada promesa, cada sentimiento, cada pelea y cada reconciliación. ¿Dónde más buscar inspiración? ¿Dónde buscar consuelo? ¿Que más nos queda?

Nos queda todo aquello que teníamos "antes-de", lo que no es compartido sino propio, lo que fue en un tiempo alimento para el alma y ahora, olvidado en el más oscuro rincón de la memoria, espera fielmente por nosotros. Las viejas canciones, los viejos poemas, los viejos libros que leímos, los que alguna vez escribimos. Todos esos recuerdos de nuestra vida que habíamos dejado olvidados pero que siguen vivos dentro de nosotros, siempre allí como los viejos amigos, dispuestos no a decirnos nada sino simplemente a acompañarnos.

Y entonces, agradecidos, nos refugiamos en ellos; porque cuando queremos escondernos a lamer las heridas de nuestra propia conciencia, no hay mejor compañía que la de los viejos amigos.

miércoles, 15 de julio de 2009

Heraldo Negro...

Hoy día, justo ahora, sólo los versos de César Vallejo pueden reflejar cómo me siento.

domingo, 12 de julio de 2009

Jugando a escribir...

Esta es una historia que escribí, en inglés, hace algunos años ya. Pretendía ser el inicio de un nuevo fan-fic pero sólo resultó ser, tal vez, el epílogo de otro que acababa de terminar.

Está ambientada en la edad de piedra y enmarcada en el universo de la saga "Los Hijos de la Tierra" de Jean M. Auel. Aquellos que estén familiarizados con la saga, o al menos con los dos primeros libros "El Clan del Oso Cavernario" y "El Valle de los Caballos" podrán entenderla mejor pero, igual, acabo de traducirla y quería compartirla:


El Ultimo Invierno.

El sol descendía a lo lejos hacia el oeste sobre el solitario horizonte de la estepa, sus últimos y débiles rayos rojos apenas si calentaban la piel del increíblemente viejo anciano sentado en la gran roca al borde del precipicio; la roca era tan grande y tan fuera del lugar, que resultaba obvio que no pertenecía allí. Había tomado muchos hombres jóvenes y fuertes, con la ayuda de muchos caballos y casi una luna entera de esfuerzo comunitario, llevarla desde el fondo del estrecho valle hasta el punto más alto del acantilado. Había tomado muchas semanas de duro trabajo por muchos de los mejores picapedreros tallar en ella dos asientos espalda con espalda, uno mirando hacia el este, hacia el valle, el otro hacia el oeste, hacia el sol poniente. Tanto trabajo desperdiciado en algo de tan poca utilidad; pero había sido una obra de amor y el anciano lo sabía. Podía sentir el amor de su pueblo en cada adolorido hueso de su viejo cuerpo y en cada pequeña parte de su increíblemente arrugada piel, en cada bocado de comida que comía y hasta en el mismo aire que respiraba. Podía sentirlo en la lujosa ropa que vestía y en los delicados instrumentos utilizaba, todo ello hecho para él por su pueblo, pero sobre todo, podía sentirlo en la manera en que lo veneraban y lo engreían.

Agradeciendo a Ursus por su vista, razonablemente buena para su edad, el anciano observó cómo el enorme y rojo sol poniente tocaba el horizonte y tomó nota del lugar exacto donde lo hacía, tal como lo había hecho cada día desde que llegó a este valle hacía ya tantos años. Ninguno de los amigos y familiares que habían llegado con él al valle vivía ya, ni siquiera sus propios hijos e hijas que nacieron allí. Él era el último de los viejos padres, un espíritu vivo, una leyenda en todas las regiones vecinas, el más sagrado de los hombres vivientes. Pero él no pensaba en sí mismo de esa manera, él se veía tan sólo como un anciano que había vivido más de lo que le correspondía y que, ahora, sólo esperaba que Ursus viniera para llevarlo de regreso al seno de la Gran Madre Tierra, al mundo de los espíritus donde su querida esposa e hijos esperaban por él, donde finalmente él, después de todos estos años, volvería a ver a su madre.

* * * * * * *

Marc vio encenderse las antorchas en lo alto del acantilado y volteó a mirar a Deena, parada a su lado.

- “Ya no se le debería permitir subir hasta allá,” dijo un muy preocupado líder, “es demasiado viejo. Podría caerse bajando del acantilado y cruzar el río tan tarde no puede ser bueno para su salud.”

- “No hay nada que podamos hacer al respecto,” contradijo su hermana melliza y co-líder, “él hace lo que quiere, cuando quiere, y simplemente porque quiere, nosotros sólo podemos ayudarlo y cuidarlo; yo no me atrevería a decirle qué hacer, mucho menos qué no hacer. Además, de todos modos él no se va a mojar; Borc y Luna lo llevarán cargado acantilado abajo, a través del río y todo el camino hasta la Cueva Sagrada.”

- “Tampoco debería vivir en esa fría cueva,” insistió Marc, “Debería bajar a la casa, al menos en invierno. Algunos días en pleno invierno es imposible alcanzar la cueva. ¿Qué tal si se enferma y necesita ayuda? ¿Qué haremos si muere?”

- “Él no morirá, mi querido hermano, ha sobrevivido a todos los líderes antes de nosotros y nos sobrevivirá también. Es el hijo de la Gran Madre Tierra, nacido del espíritu de Ursus, él vivirá para siempre.”

Los dos líderes de los Durkenai observaron mientras la minúscula luz oscilante de las antorchas comenzaba a moverse, lo que significaba que su Viejo Padre y sus dos acólitos habían comenzado el descenso hacia el valle en su camino a la pequeña cueva en lo alto de la rivera opuesta, e intentaron controlar sus preocupaciones. La idea de perder a su líder espiritual había atormentado a Marc desde el mismo día de la ceremonia que hizo, de él y su hermana gemela, los líderes de la más importante comunidad esotérica de la región.

Pero debía ahuyentar los malos pensamientos, necesitaba que su mente estuviera clara y descansada. Pronto el Viejo Padre anunciaría el final del otoño y él tendría que presidir, junto con su hermana melliza, una semana entera de ceremonias relacionadas al inicio del invierno. Dos jóvenes futuros brujos mamutoi, uno sungaea, uno sabanii y dos mog-urs pasarían el invierno con ellos. Había también dos parejas hermano-hermana mamutoi, así como otros dos sabanii y un joven sungaea; todos ellos futuros líderes de sus tribus. Ninguno de esos jóvenes volvería con su pueblo sino hasta después del festival de la primavera. En esos tiempos, ningún brujo recibía la responsabilidad de los asuntos espirituales de su pueblo antes de someterse a un año completo de entrenamiento en el Valle Sagrado. Y ningún líder podría esperar jamás presidir el consejo de hermanos, o de hermanas, o de ancianos, a menos que su entrenamiento hubiera incluido pasar un año completo con los Durkenai.

* * * * * * *

El sol desapareció y el anciano se levantó para volver a su hogar en la Cueva Sagrada. Los dos jóvenes que siempre lo acompañaban, llevando cada uno una antorcha para alumbrar su camino, lo tomaron rápidamente por ambos brazos, ayudándolo a levantarse y guiándolo por el estrecho sendero acantilado abajo. Momentos antes de comenzar el descenso, el Viejo Padre se detuvo y se volteó para oler el aire. Estaban al final del otoño y el viento olía a nieve; el invierno, con sus pesadas nevadas y fuertes vientos, estaría estableciéndose pronto en el territorio de los Durkenai del Valle Sagrado de los Caballos y el Viejo Padre Durc sabía que, para él, este habría de ser el último.

jueves, 2 de julio de 2009

Pollo... ¿A la Carta?

Detesto las "cadenas", esos correos que te llegan y que supuestamente debes reenviar a tus amigos, pero hace unos días me llegó este video y sentí que debía difundirlo.

Con todos los periódicos y noticieros de radio y televisión hablando del crimen de Alicia Delgado y la participación de su pareja, Abencia Meza, ya nadie se acuerda de que hay cosas más graves más urgentes y más importantes.

No nos olvidemos que hay hambre en el mundo, que los niños siguen muriendo de frío a diario en Puno mientras toneladas de frazadas se queman por la desidia y la incompetencia de las autoridades encargadas, que todos los días los niños mueren de hambre, de frío y de abandono incluso aquí mismo en nuestra Lima, a la espalda de nuestras casas, mientras elegimos mirar a otro lado.

No nos olvidemos de las cosas verdaderamente importantes.