miércoles, 5 de agosto de 2009

Los Viejos Amigos (V)

Este es mi último post sobre el tema de los "viejos amigos" a quienes recurrí hace pocas semanas para unos días de reflexión. No se puede hablar de una profunda reflexión interior sin hablar del amor; amar es un mandato divino, "Ama a Dios", "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Amar, e incluso amarse uno mismo, es pues un mandato de Dios.

Pero si el amor en su sentido más amplio es el motor y motivo que debe guiar nuestras vidas, hay una clase particular de amor que es el que nos lleva muchas veces a realizar los más grandes sacrificios y cometer las más grandes torpezas. Es a esa clase de amor al que cantan todos los poetas y es esa clase de amor la que, incluso cuando nos hace sufrir, nos cura el alma.

Muy joven descubrí en Gustavo Adolfo Becquer al poeta del amor por excelencia y no son sus rimas más complejas, sino las más simples y directas las que mejor me ayudaron siempre a expresar algunos sentimientos como, por ejemplo, la inspiración con que nos llena la sóla existencia de la persona amada:

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Que es poesía?, ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.

O la forma en que el más mínimo gesto, a veces involuntario, a veces imaginario, puede encender la pasión en nuestro corazón o llenarnos el alma de ilusiones, no siempre respaldadas por la realidad:

Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto.., la he visto y me ha mirado...
¡Hoy creo en Dios!

Pero cuando las reflexiones son largas y profundas, cuando es introspección y auto análisis de nuestros sentimientos lo que buscamos, la poesía antigua e inocente de Becquer no basta. Para explorar los rincones más oscuros y más íntimos del alma hace falta, al menos para mí, la dolorosa profundidad de la poesía de Pablo Neruda. Veinte poemas de amor...

Es Pablo Neruda el último de los viejos amigos que quería presentarles, y es su Poema XVIII el que hoy quiero compartir con ustedes.


domingo, 2 de agosto de 2009

Los Viejos Amigos (IV)

Hay dos viejos amigos más que les quiero presentar, pero por más que pensaba no me podía decidir a quién presentar primero, a quién dejar para el final.

La canción que decidí compartir hoy con ustedes pertenece a José Luis Perales y, aunque no trae un mensaje especialmente filosófico ni profundo, la llevo en el corazón y me ha acompañado siempre porque no me deja olvidar uno de mis más acariciados sueños aún sin cumplir. Ya dije alguna vez que estoy enamorado del viento y del mar; pues uno de mis sueños, uno que pienso cumplir de todas maneras antes de marcar mi tarjeta de salida, es el de navegar en mi velero desde aquí hasta las Islas Galápagos y de regreso, tal vez acompañado de alguien a quien ame y que me ame a mí. Por supuesto que primero tengo que hacerme de un velero oceánico, ya que en mi Sunfish no voy a llegar muy lejos, pero es un sueño que me he prometido no abandonar jamás.

Y así, esta canción de José Luis Perales es el penúltimo de los Viejos Amigos que quería compartir con ustedes.