lunes, 29 de junio de 2009

Sueños...

Cuando me casé, hablo del siglo pasado, me fui a vivir a un minúsculo departamento en un edificio ubicado en una de las avenidas de más tráfico de la ciudad y, para mi desgracia, la ventana del dormitorio daba justo a la calle. El ruido de los autos, de las motocicletas y de los vehículos pesados que aprovechan la media noche y la madrugada para transitar esa vía, hacía totalmente imposible conciliar el sueño; entonces me acostumbré a dormir con el televisor encendido, el volumen lo suficientemente alto como para enmascarar los ruidos de la calle sin llegar a provocar las protestas de los vecinos.

Hoy que vivo en un vecindario tranquilo y de noches silenciosas, todavía conservo la costumbre de prender la televisión para conciliar el sueño cada vez que los pensamientos, las preocupaciones y las angustias me persiguen y no me dejan dormir. Y así fue como la otra noche la escuché hablándome al oído, diciéndome que no me preocupara, que estaba bien, que era feliz, que estaba empezando a vivir de nuevo. La voz era la de la de una artista de cine y las palabras la letra de una vieja canción en una vieja película; pero yo sentí que estaba hablándome a mí, llenándome de paz.

O tal vez sólo fue que me quedé dormido con la televisión encendida...



GRAN SUEÑO

Yo tengo un sueño propio
y es mío, sólo mío
ha sido mi amigo desde que era una niña.
Tiene una vida, tiene un corazón,
tiene un alma, y es parte
de todo lo que esta mujer da al mundo.

Y es un sueño grande
tanto como para compartirlo
como un arco iris, suspendido en el aire.
Y agradezco a Dios, por hacerlo realidad
me hace pensar que, quizás, Dios sea también mujer
me hace pensar que quizás Dios, sea también mujer.

Hay luna llena esta noche
y me estoy bañando en su luz
desnuda como el día en que nací.
No hay vergüenza bajo este cielo
he despedido el pasado con un beso
y curado mi roto corazón tan desgarrado.

Con un dulce sonido
que sólo yo puedo hacer
y se hace más fuerte con cada vez que respiro.
Y todo es parte del hacerme sentir nueva
me hace pensar que, quizás, Dios sea también mujer
me hace pensar que quizás Dios, sea también mujer.

[Samanta Mathis]

(Traducción libre por El GATO)

lunes, 22 de junio de 2009

Papá...

(Retiré esta entrada porque, sin querer, había herido a una persona maravillosa que se sintió aludida y no era esa la intención. Pero luego de editarla y ampliarla vuelvo a subirla porque creo que expresa un punto de vista personal válido.)

Ayer celebramos el Día del Padre en familia, en familión, casi en tribu. Mi padre tiene 92 años y toda excusa para estar con él es buena. Nos juntamos todos los hermanos con sus respectivas parejas e hijos y hasta mi hermana llevó a su suegro quien no tiene otra familia. La magia del Skype y dos laptops permitieron a mi hermano que vive en USA y a mi hermana que vive en Europa, sumarse con sus familias al cotorreo general. Fue algo muy sencillo; unos chorizos y unas alitas de pollo preparados en una parrilla que acomodamos en el descanso de la escalera, unas ensaladas preparadas por mis hermanas, un vinito de Queirolo para el brindis (sólo uno porque ahora "te vas adentro" si manejas con dos) y unas gaseosas para los chicos. No se necesita más para ser feliz ni para hacer feliz al viejo.

Al margen del aspecto comercial que cada año nos roba un poco más del verdadero significado de estas fiestas, la reunión de ayer me hizo reflexionar un poco sobre ese característico comportamiento "tribal" de nuestras sociedades latinas. Un día, si Dios me da vida, yo seré también un anciano y, entonces, viviré rodeado de mis hijos y mis nietos, en mi casa o la de uno de mis hijos. Y un día moriré rodeado de ellos en lugar de envejecer en un hogar para personas de la tercera edad, recibiendo apenas una llamada de mis hijos dos veces al año para mi cumpleaños y Navidad, para morir un día solo en mi cama o, si tengo suerte, acompañado de una enfermera pagada. Muchas cosas tenemos que envidiar a las sociedades más "avanzadas" del planeta, felizmente esta no es una de ellas.

Un tributo aparte se merecen los hijos que, por circunstancias de la vida, se ven obligados a internar a sus padres en instituciones para personas de tercera edad o para otro tipo de personas que requieren atención y cuidado las 24 horas. En muchos de esos casos la decisión se toma porque no hay alternativa y en otras porque, a pesar de que uno no quisiera hacerlo, comprende que es lo mejor para ese ser querido. Hijos que visitan a sus padres tantas veces como pueden, que les hablan todo el tiempo aunque pareciera estos no los ven ni los escuchan y que sufren por no poder hacer más, son sólo otro ejemplo de lo duro que es para nosotros separarnos de nuestros padres mayores.

Feliz día para todos los padres del mundo y gracias, Dios, por mis dos maravillosos hijos.

jueves, 18 de junio de 2009

Amigos que se van

Cuando tenía 23 años y trabajaba, como empleado civil, para una institución militar no me enamoré de la chica más sexy de la base. Aunque no era la más bonita, no había en la base ninguna mujer más atractiva, más deseada ni más envidiada (por las otras chicas). Estaba invitada siempre a todas las actividades sociales de los oficiales y tenía fama de chica fácil, pero yo no me enamoré de ella.

Nos hicimos amigos, no recuerdo ni cómo empezamos pero para cuando me dí cuenta ella era parte de mi vida y yo de la suya, era mi consejera, mi confidente, mi paño de lágrimas y yo el suyo. Ella tenía una oficina privada (a pesar de su juventud era una profesional con un alto cargo, igual que yo) donde nos encerrábamos por una o dos horas a conversar de nuestras intimidades, personales y profesionales, y provocar las habladurías de toda la base. Y resultó que no era una chica fácil. ¡Era virgen! Coqueta, entradora y hasta agresiva con los hombres en las actividades sociales, ese era sólo un mecanismo de defensa que ocultaba una chica dulce, tierna, soñadora, insegura y muy asustada.

Me ayudó con mi enamorada de entonces, de hecho me enseñó a entender a las mujeres (hablan otro idioma si acaso no lo sabían) y yo hice lo mismo por ella; para entonces yo ya sabía que la amaba como a una hermanita menor, y ella a mí. Le presenté a uno de mis mejores amigos a quien le aseguré, poniendo la mano al fuego por ella, que no era la clase de chica que su fama haría suponer. Se conocieron, se enamoraron, se casaron, tuvieron una hija y se murieron... los tres.

Todavía recuerdo la voz de mi secretaria al teléfono, "...el avión está desaparecido, parece que cayó al mar..." No podia creerlo, era como vivir una realidad alterna, pero dolorosamente real. Ella no tenía que haber viajado a Europa con la bebe pero una amistad le regaló el pasaje para que se reuniera por un par de días con mi amigo, su esposo, y se regresaran juntos luego de un largo viaje de trabajo que lo había mantenido por meses fuera del país. Ella no tenía estar en ese avión pero una gestión del cónsul peruano le consiguió la visa para poder hacer escala en los Estados Unidos y evitar tener que volver en Aeroflot vía Moscú. Nadie podía saber que esos favores, hechos de buena fe, le costarían la vida. El avión salió de Islandia con destino a Estados Unidos y desapareció en medio del Atlántico Norte, nunca se supo nada más.

Han pasado casi 20 años desde entonces y ahora que me vuelvo a encontrar en la circunstancia de tener que despedirme de quien es hoy mi más íntima amiga (aunque, ciertamente, no ha muerto y abrigo la remota esperanza de que la despedida no sea definitiva), no puedo dejar de recordar a la primera amiga que tuve. ¿Pueden un hombre y una mujer ser verdaderamente amigos? ¡Sí, sin ninguna duda! ¿Cuanto duele perder a un(a) amigo(a)? Muchísimo, y cuanto más íntima es la amistad mayor es el dolor de la pérdida. Más que dolor, es una sensación de ausencia, esa aplastante sensación de vacío que se siente al mirar por horas la bandeja de entrada sabiendo que ese correo no llegará, al revisar la lista de contactos del chat sabiendo que ese contacto ya no volverá a estar en línea, al contemplar el teléfono sabiendo que marcar ese número no tendría sentido, al tener tantas y tantas cosas que decir y no tener a quién decirlas.

" ...así es el vacío que se siente, cuando tú no estás..." (Alex Lora)

Un(a) verdadero(a) amigo(a) tiene una cualidad única, es alguien a quien confiamos nuestra intimidad sin tener porqué hacerlo y sin pedir ninguna otra cosa a cambio. Nosotros elegimos a quién damos nuestra amistad, no lo determina ni la naturaleza ni el azar, y eso lo hace tan único y tan especial. Perderlo(a) nos deja un enorme agujero en el corazón, tan grande que el tiempo nunca lo llega a cerrar del todo.

Hoy recuerdo a Raúl y a Fanny, los primeros amigos que perdí, y a todos los amigos y amigas de los que, en algún momento de mi vida, me tuve que despedir.

lunes, 1 de junio de 2009

Amor imposible...



...
Nunca soñé que amaría a alguien como tú.
Nunca soñé que perdería a alguien como tú.

No, no quiero enamorarme.
(este amor sólo me romperá el corazón)
No, no quiero enamorarme.
De ti.

Yo no…

Nadie ama a nadie...

[Criss Isaak]