miércoles, 21 de octubre de 2009

El sentido del humor de...

Hoy me llegaron por el correo varias fotos cuyo único factor común es ser muy bellas fotografías. Una de ellas venía con el título... "Me encanta el sentido del humor de Dios" y de pronto quise compartirla con ustedes.



No sé si será un montaje ni me interesa saberlo, lo que quiero compartir es el mensaje: Dios está en todas partes y podemos verlo fácilmente con sólo querer verlo... y mirar.

Hay gente que ve el rostro de La Virgen en las líneas de la corteza de un árbol viejo, hay gente que ve el rostro de Cristo en la caprichosa silueta de un cerro en la distancia... ¿Por qué no ver su sonrisa en tres gallinazos volando al atardecer? Al fin y al cabo, si quieres ver a Dios en este mismo momento, sólo mira con fe en el fondo de los ojos que verás reflejados en cualquier espejo. Porque allí es donde está, dentro de cada uno de los que creemos en El; acompañándonos, escuchándonos, comprendiéndonos, aconsejándonos y, por qué no, sonriéndonos.

jueves, 15 de octubre de 2009

Conversando con mi padre

Hace unos días, el sábado pasado, estuve visitando a mi papá; mi papá está por cumplir 93 años. Hace sólo diez años manejaba auto, hace sólo cinco se ocupaba de todos sus asuntos legales y financieros, hace sólo dos nos acompañó por todo el proceso de perder a nuestra madre, su esposa, y fue la roca sólida en la que se apoyó la estabilidad emocional de toda la familia; hoy es un anciano que requiere atención permanente las 24 horas a pesar que el doctor dice que no tiene nada mal... excepto su avanzada edad.

Resulta muy duro ver a este hombre enérgico, independiente y autoritario, de quien dependimos tanto por tanto tiempo, convertido en un ser totalmente dependiente y es quizás por eso que no lo visito con la frecuencia que debería. Me deprime demasiado verlo como está ahora.

Pero esta última vez la enfermera que lo cuida me saludó al llegar y me comentó... "La vez pasada que vino usted, ingeniero, su papá no lo reconoció"

¿Cómo puede ser esto - le dije - si lo saludé, lo besé y me contestó el saludo? (Yo había pasado por la casa, sólo un momento, a dejar un encargo de camino a un evento empresarial donde participaba)

"Debe ser porque usted casi nunca viene con terno" me contestó "pero cuando usted se fué me preguntó... ¿Quién es ese señor que me ha saludado? ¿Lo conozco?"

Por eso esta última vez me puse a conversar con él. Conversar es un decir, me senté a su lado, lo abracé, le pregunté qué novedades y él se puso a contarme de un problema relacionado a unas propiedades de su familia en provincias que se acababa de resolver por la vía legal (cosa que yo ya sabía pero que me demostraba que estaba lúcido). Mi padre siguió contándome todos los antecedentes del problema, desde cuándo y cómo mi abuela había heredado esas propiedades y todo lo que había pasado a lo largo de tantas décadas, yo lo dejé hablar escuchándolo con atención y no lo interrumpí. Luego pasó a contarme distintas anécdotas de su vida, de cuando él se vino a Lima a estudiar, de cuando sus hermanos y hermanas fueron viniendo a Lima, a su casa, también a estudiar.... hasta llegar a cuando mi hermana terminó su universidad y él la contactó con una gran empresa donde hasta hoy, después de 25 años, sigue trabajando.

Ya casi me dormía, me costaba mantener la atención, mi padre habló casi dos horas seguidas sin parar. Al final, antes que empezara una nueva historia, le dije que tenía que irme (era verdad, tenía un compromiso) y que volvería otro día para continuar conversando. Me sentí mal al hacerlo, especialmente porque se notaba que a mi papá le entusiasmaba tener alguien que lo escuche, pero tengo la firme intención de volver este sábado y todos los sábados que pueda. No pude evitar, sin embargo, pensar en cómo será cuando sea mi turno de tener 93 años, estar confinado a la casa, ser totalmente dependiente... y estar básicamente solo todo el día.

Encontré por ahí este video que también trata del tema de la edad avanzada y que me puso a pensar...



No sé cómo será cuando sea mi turno, no sé si llegaré a vivir tanto y no sé si mis hijos estarán ahí para mi; pero ya no volveré a deprimirme por visitar a mi padre y no volveré a aburrirme con su interminable monólogo, porque hay una cosa que he comprendido: No es sólo cuestión de dar el ejemplo a mis hijos, no es sólo cuestión de hacer por él lo que quisiera que mis hijos hagan por mi, esos son pensamientos egoístas. Es cuestión de devolver, de todo corazón, todo lo que él ha hecho por mí, por todos sus hijos y por todos sus nietos, durante toda su vida. Se lo debo. Se lo ha ganado.