sábado, 18 de abril de 2009

Carreteras mortales

En la madrugada del 22 de Marzo el conocido periodista Alvaro Ugaz murió luego de estrellarse contra la parte de atrás de un camión de carga en la autopista Panamericana Sur. En Jueves Santo nuestra seleccionada nacional juvenil Caroll Góngora y sus dos hermanas murieron cuando la camioneta en que viajaban perdió el control y chocó contra un camión estacionado fuera de la pista. Finalmente, el Martes pasado 20 personas murieron icineradas en segundos cuando el ómnibus en que viajaban se estrelló contra un cisterna de gas. Muchos accidentes ocurren a diario y mucha gente muere en las pistas pero estas tres tragedias, aparentemente absurdas, que tienen como factor común el exceso velocidad, me han hecho meditar sobre la actitud que tenemos todos frente a la seguridad vial. Qué es necesario que suceda para que los peruanos comprendamos finalmente que los límites de velocidad deben ser respetados?




Muchas cosas, por desgracia. Todo está tan mal que uno no sabe por dónde empezar. Desde unos límites de velocidad tan absurdos que hacen que a nadie se le ocurra respetarlos hasta una legislación tan absurda que promueve la corrupción policial.


Por ejemplo; yo recorro con frecuencia la Panamericana Norte y he encontrado cosas tan absurdas como un cartel indicando una velocidad máxima de 60 km/Hr en medio del desierto (salinas de Huacho) a mitad de una recta de más de 10 km con una autopista de doble vía en perfecto estado y kilómetros de visibilidad. ¿Qué sentido tiene ese límite de velocidad? Ninguno. Lo que pasa es que justo ahí hay un muro publicitario detrás del cual se puede esconder una patrulla que detendrá a todo conductor que pase para sacarle dinero. Si el dinero va a las arcas municipales en forma de multa o a los bolsillos del policía en forma de soborno es lo de menos, el tema es que ese límite de velocidad no cumple ninguna función de seguridad vial, sólo cumple una función recaudadora; y lo mismo se puede decir del 75% de tales límites. ¿Saben que hay tramos de la autopista, donde el límite legal es de 40 km/Hr... en medio de ninguna parte y sin nada que lo justifique? Río Seco es un ejemplo.


Y luego está la ley que ordena retener la licencia a cualquiera que sea detenido por exceso de velocidad. Es una buena ley en principio pero el problema es que, como las multas de tránsito son rentas municipales, luego de pagar la multa uno tiene que ir a buscar su licencia a la municipalidad de la zona. Si yo, por ejemplo soy detenido por exceso de velocidad en medio de un viaje de trabajo a 600 km de Lima, y no deseo caer en la tentación de sobornar al policía, tendré que esperar tres días para que mi licencia llegue a la municipalidad provincial de sabe-Dios-dónde para entonces a viajar hasta ese lugar y destinar un día entero a pagar la multa y tramiter el recojo de mi licencia. La alternativa es aceptar la insinuación del policía y dejarle "una contribución voluntaria" que no será ni el 10% de la multa sin contar con el costo del tiempo perdido. ¿Cuántos conductores creen ustedes que decidirán pagar su multa? ¿Cuántos policías creen ustedes que no sugerirán la alternativa? Las reglas viales son absurdas porque a los encargados de ponerlas no les interesa la seguridad vial en absoluto, sólo les interesa la recaudación; de hecho ellos preferirían que nadia cumpliera esas normas de tránsito y eso es lo que explica lo absurdas que son.


Todo el sistema está podrido. ¿Alguien para en un letrero de "Pare"? ¿Alguien obedece las luces rojas de los semáforos a media noche? ¿Alguien baja del ómnibus únicamente en los paraderos? ¿Alguien respeta TODOS los límites de seguridad? La respuesta es... Nadie. Existe una cultura de la incultura, nuestras pistas y carreteras se rigen sólo por la ley del más fuerte (o el más osado) y nadie parece tener ni idea de por dónde empezar a arreglarlo. Nadie con autoridad parece siquiera estar verdaderamente convencido de que es necesario arreglarlo.


Tendríamos que empezar por tener reglas viales que tengan sentido y que puedan ser cumplidas sin caer en el absurdo. Tendríamos que tener autoridades políticas que buscaran la seguridad vial por encima de la recaudación de fondos. Tendríamos que tener policías con vocación de servicio que considerasen el soborno como un insulto y un delito y no, como es ahora, un complemento universalmente aceptado de sus escasos salarios. Tal vez entonces tendríamos letreros de "Pare" únicamente donde se necesitan y todos pararían al llegar a ellos. Tendríamos límites de velocidad fijados con criterio técnico y todos los cumplirían para no poner su vida en peligro. Tendríamos semáforos que funcionen correctamente y con lógica y todos los obedecerían. Tendríamos transportistas que cumplieran con los reglamentos de transporte público y el público sería el primero en exigírselo.


Y no estaríamos en el Perú real, estaríamos soñando sólo para despertar al día siguiente y volver a nuestra dura realidad.