viernes, 20 de febrero de 2009

El Alce y el Lobo.

Aunque esta historia no es mía, la leí en alguna parte en algún momento de mi ya muy lejana infancia, la he redactado yo sin copiarla de ninguna otra parte que no sea mis más oscuros recuerdos.

Me dejó grabadas en el alma sensaciones de angustia, de ansia, de excitación y, sobre todo, una conciencia de la inevitabilidad del rol que a cada uno nos ha asignado el destino en esta vida.

Y ahora la comparto con ustedes...

El Alce y el Lobo.

Ya estaba casi al final del día, al final de la estación, al final de su vida. No había rastros de nieve aún pero el invierno estaba casi por comenzar y el viento helado soplaba tan fuerte que casi no podía ver por dónde iba, aunque en realidad su vista nunca había sido buena para empezar. Los pulmones le dolían con cada inhalación; estaba cansado, estaba solo y estaba sediento. Más que nada, estaba sediento.

El terreno le resultaba familiar, la tundra estaba siendo reemplazada por el bosque y la hierba cedía su lugar a espinosos arbustos y altos árboles. El terreno estaba cada vez mas cubierto de obstáculos, era más difícil mantener el paso y estaba sediento. No había bebido un sorbo de agua en dos días, no había comido tampoco aunque el hambre no lo torturaba tanto como la sed; pero siguió avanzando.

Se sentía furioso, resopló, tosió y sintió el sabor de su propia sangre en la boca, el olor de su propia sangre en el piso frente a él; se sintió viejo, enfermo y, cosa extraña, asustado. Y no estaba acostumbrado a sentirse asustado, ni cansado, ni sediento.

El olor del agua llenaba sus fosas nasales, el sonido del agua corriendo por el arroyo a su lado llenaba sus oídos, pero no se atrevió a detenerse. No podía detenerse. No se detendría.

Sabía que no se lo permitirían... El no se lo permitiría.

¡Malditos lobos!!!

Oscurecía la tarde, no que eso importase, pero parecía que no iban a comer hoy. Todavía no, aunque... quizás esta noche, con toda seguridad mañana. El gran lobo gris miró a la jauría que corría junto a él, se sabía el lobo más grande, el más poderoso, el más astuto, el más fuerte y el más sabio que había; por eso era el líder de la jauría. Sin embargo ya no era joven, muchos lobos solitarios se habían dejado confundir por sus años y habían intentado destronarlo sin éxito, él los había derrotado en sangrientas batallas; pero sabía que un día sucedería, un día sería derrotado, pero ese día no había llegado aún.

Levantó el paso, ya era tiempo que él tomara el mando de la persecución. Corrió buscando alcanzar al viejo alce que habían estado siguiendo dos días ya; era peligroso pero tenía que hacerse. Sabía que no podía matarlo aún pero sabía que podría lograrlo; lo había hecho antes aunque solamente una vez, cuando era el cazador más joven de la jauría, pero recordaba perfectamente cómo hacerlo. A la presa no debía permitírsele comer, beber ni descansar y parecía como que iba a intentarlo. Aulló y corrió cerrando en un instante la distancia con su presa; todos sus cazadores lo siguieron gruñendo y ladrando, amenazando morder las patas traseras de su presa y obligándolo a aumentar su velocidad.

Cuidándose siempre de su mortal cornamenta, sin olvidar que ya dos de ellos habían quedado atrás muertos o moribundos al inicio de la persecución, los lobos dejaron al viejo alce ganar un poco de terreno. El líder se detuvo por un poco de agua y varios de sus cazadores hicieron igual, pero un instante después estaban nuevamente en marcha; el resto de la jauría no se detendría por agua hasta que él y los que lo acompañaban los alcanzasen. Ya casi podía saborear su presa y se sentía muy bien.

Nunca pensaba en su jauría, durante una cacería, sino como la extensión de su propio cuerpo. Era como tener siete bocas, siete narices, catorce pulmones y ventiocho patas con solamente un cerebro; el suyo. Por supuesto él no sabía de números, no en ese sentido, pero estaba sin embargo orgullosamente consciente de su jauría. Había un vago sentimiento de pérdida, sabía que debería haber un par más de ellos, pero había desechado ese pensamiento ya dos días atrás cuando habían dejado de respirar. Era duro pero la naturaleza era así. El alimento era escaso y él debía cuidar de los vivos.

Normalmente no intentaría ir tras un alce adulto, pero la jauría necesitaba carne, no había otros animales a la vista y aquél parecía lo bastante viejo como para que valiera la pena el intento. La caza sería larga y la carne sería dura, pero no había otra opción. Afortunadamente los cachorros de este año, a pesar de no poder cazar todavía, estaban lo bastante crecidos como para correr detrás de la jauría.

Se detuvo. Había gotas de sangre en la tierra y las olfateó. Sabía lo que eso significaba, lo recordaba. Comerían antes del amanecer.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca he tenido la oportunidad de hacer de lobo, al menos no en serio. Pero sí he sido alce... felizmente nunca me llegaron a alcanzar los "malditos lobos" aunque escuché su respiración y sus aullidos pisándome los talones :)
Lore

Tom Katze dijo...

Es una historia que, de alguna manera, me marcó. En mi adolescencia y mi juventud, siempre que las cosas se ponían difíciles, siempre que la impaciencia por empezar a vivir ya me tentaba, me hacía a mí mismo esta pregunta:

¿Cómo quieres envejecer, como el alce o como el lobo?

La Gata Ciempiés dijo...

Y la pregunta es: Si la historia no era tuya pero la tenías en la cabeza... ¿entonces la has redactado tú? Porque, en tal caso, no sé dices de que si por ser ingeniero no sabes escribir, ¡ya quisiera yo saber de cosas técnicas con el mismo nivel que escribes tú!

Tom Katze dijo...

Gracias gatita.

La historia la redacté hace mucho tiempo y creí que, de todas las personas del mundo, tú la reconocerías. Cambia el Alce por un prehistórico rinoceronte lanudo y búscala en el primer capítulo de mi historia "Durc".

Por cierto, así es como te encontré. Entré al auelboard a leer "Vinuvec", ví que tenías habilitado el ícono de "Author's Homepage", pinché y...¡voilà!

P.D. Me bajé todos tus cuentos.

La Gata Ciempiés dijo...

¡¡¡Jooo!!! :-S me has pillado... a medias, je, je, je. Me resultaba familiar, creía justo que era tu historia, pero no me atreví a decir nada porque no me acordaba de cómo acababa tu escena de los lobos en Durc. ¡Lo siento!, ¡¡¡ja, ja, ja!!! ;-P

Viejo.lobo dijo...

Interesante, recuerdo cuando andaba con mi manada soliamos ir de caceria sin imporar la hora o el dia, siempre alertas, como uno solo, poco a poco nos fuimos separando, ahora solo quedo yo, un viejo lobo, a veces sin rumbo a veces sin saber a donde me llevara el siguiente paso, solo que debo seguir adelante, hasta que encuentre una nueva manada o llegue la hora de dar el ultimo aullido en una noche de luna antes de enfrentar a mis fantasmas y ganarme el derecho a correr en la tundra eterna.

Interesante el blog, Ingeniero no? Bueno colega a mi tambien me gusta leer y de hecho me gustaria escribir mejor, te seguire leyendo.

Salu2